Stevens y Kenton
La siguiente crítica puede contener spoilers.
Darlington Hall es la mansión en la que tiene lugar la película. En las salas de ese lugar se está decidiendo el futuro de Europa y la participación de Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial. Stevens (Anthony Hopkins), trabajó como mayordomo de ese lugar durante gran parte de su vida. Ahora vuelve a Darlington Hall, al que fue y será su hogar, para trabajar para un aristócrata americano (Christopher Reeve). La excusa idónea para rememorar los años que pasó allí, durante la década de los 30, trabajando junto a la señorita Kenton (Emma Thompson). Una mirada atrás antes de un reencuentro. Stevens quiere que Kenton vuelva a trabajar con él en Darlington Hall.
La señorita Kenton supuso un cambio para Stevens y su rutina. Una mujer con carácter y que no oculta lo que piensa. Stevens es una persona peculiar, introvertido, callado. No trabaja para vivir, vive para trabajar y defiende que la dignidad es lo más importante en la vida. Él es el mayordomo de Darlington Hall, muy meticuloso y perfeccionista. Parece que no le interesa lo que sucede entre las paredes de la casa, por muy graves que sean las consecuencias de lo que estaban acordando. No se permite tener una opinión, o compartirla con los demás, ya que ese no es su cometido. Esa actitud, fría y hermética en muchas ocasiones, pone de los nervios a la señorita Kenton, que intenta hacer que reaccione para comprobar que debajo del uniforme hay una persona sensible y solitaria (como ella). Stevens también resulta ingenuo al no entrometerse en los conflictos del dueño de la casa y pensar que los que allí discuten sobre política poseen cierta superioridad moral.
El mayordomo, además, no se permite mostrar debilidad ante ningún acontecimiento de carácter personal, por muy trágico y duro que sea. Curiosamente, el dueño de la casa decide trabajar y colaborar con los alemanes, pero es tratado como una marioneta por ellos también, ya que parece una persona muy manejable y fácil de engañar a cambio de un poco de atención. El dueño parece ser el mayordomo de los alemanes en ese caso.
El tiempo y la guerra han pasado, y parece que tanto Stevens como Kenton han seguido adelante. Pero no es así en realidad, tras esa fachada se encuentra una herida que no ha llegado a cerrarse y que puede que nunca llegue a hacerlo. Un amor incomprendido, imposible y complicado. Tengo debilidad por esas historias en las que los pequeños gestos guardan más significado que cualquier discurso educolorado. Son películas que gracias a su guion y creación de personajes crean tal subtexto que el espectador comprende cuanto puede significar un gesto, un roce o una mirada (claro está que si a eso le añadimos actores de la talla de Emma Thompson y Anthony Hopkins, la película suma puntos).
Los personajes de 'Lo que queda del día' son frágiles aunque se muestren firmes ante sus decisiones y las consecuencias de las mismas. La señortia Kenton, es una ama de llaves que cumple muy bien con su labor y que parece haber aceptado su soledad aunque le pese. El señor Stevens es el mayordomo de ese lugar y recoge el testigo de su padre, también mayordomo y hormbre al que admira y respeta por encima de todo. Como he comentado antes, la señorita Kenton busca una reacción "humana" por parte de Stevens. Y son esos momentos en los que vemos al mayordomo más vulnerable, más inocente. Hay tensión entre ambos y se nota en la gran fuerza que tienen las escenas que comparten.
Para los protagonistas, la noche es mejor que el día, es el momento en el que se permiten desconectar y disfrutar de pequeños placeres (relajarse y leer en su despacho parece ser lo único que Stevens se permite). Stevens muestra con orgullo su despacho, en el que fuma tras un duro día de trabajo. Pequeños detalles definen la relación entre el señor Stevens y la señorita Kenton, como las flores en su despacho. En los primeros días, Kenton las sitúa sobre una repisa para que más tarde terminen por ocupar un sitio en la mesa de Stevens. Es como si el mayordomo le cediese un sitio privilegiado a Kenton.
'Lo que queda del día' me parece una película notable sobre la soledad, el amor y la responsabilidad; también sobre el pasado y sus heridas y sobre las decisiones que pesan sobre los personajes según van pasando los años. Un deber y una actitud por encima de cualquier sentimiento. Él es mayordomo y fuera de ese rol, parece estar perdido. Los personajes reflexionan sobre lo que han hecho, huyen de su pasado y en ciertos momentos parece que se avergüenzan de haber sido testigos de esa reunión.
La señorita Kenton hace que Stevens se ponga nervioso y que en ocasiones actúe de forma torpe. Ella llama la atención del mayordomo desde el primer momento. James Ivory es el director de la película (adaptación de la novela de Kazuo Ishiguro) y nos muestra que ese interés de Stevens parece que va a ser algo inalcanzable. Stevens observa a Kenton, desde el cristal de la puerta, desde la cerradura de otra... pero no se atreve a dar ningún paso más.
Una de las escenas más memorables de la película sucede cuando Kenton, decicida, intenta descubir que es lo que Stevens lee de forma tan atenta (como muestra la imagen del principio de esta entrada). El mayordomo se siente invadido en ese momento, aterrado pero a la vez fascinado por ella, por tenerla tan cerca. Una escena íntima y maravillosa.
La dirección de 'Lo que queda del día' es limpia, clásica. El trabajo de los actores resulta magnífico y la ambientación fría y sombría. No he leído la novela de Ishiguro, por lo que la valoración de la historia y los personajes se limita a los visto en la película. Poco a pocos vamos empatizando con los dos personajes principales y comprendiendo su forma de actuar y lo que esconden detrás de su seriedad.
Mencionar el último plano de la película, en el que vemos a Stevens tras una de las ventanas de Darlington Hall, encerrado. Puede que su oficio sea lo más importante para él, pero en el aspecto más personal, también ha supuesto un gran sacrificio, una especie de "condena".
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