Cuando vas a ver una película del director Terrence Malick, tienes que saber dónde te metes. Tienes que saber que para bien o para mal, no vas a ver una historia común. La película de Malick es una historia compleja. Cuesta entrar en lo que propone, y en ocasiones te sientes algo perdida, a la vez que embobada. 'El árbol de la vida' tiene un gran poder visual. Los planos rozan la perfección.
Jack (Sean Penn) llama a su padre y le dice que todos los días recuerda la muerte de su hermano. Ha visto cambiar la sociedad, ahora lo natural es lo edificado. La plantación de un árbol entre tanto edificio le hace recordar su adolescencia.
La película reflexiona sobre la existencia, sobre la vida y la creación. Al inicio de la película escuchamos que hay dos caminos, el de la naturaleza y el divino. El individuo, debe elegir cual seguir. Lo divino está reflejado en la madre de Jack (Jessica Chastain), la bondad de la mujer. Su marido la reprime, pero no hace nada para cambiarlo. Siempre perdona. La naturaleza está reflejada en el padre de Jack (Brad Pitt), su único objetivo es agradarse a sí mismo y conseguir que los otros le agraden, le gusta salirse con la suya. Encuentra razones para ser infeliz (no haber logrado convertirse en músico), aún cuando el mundo que le rodea este lleno de amor. Dos caminos, difíciles de separar.
El ser humano no puede controlar la naturaleza. El mundo está cambiando constantemente. Las moléculas consideradas como primeros ejemplos de vida en la Tierra, con el tiempo esos elementos con forma de espiral se "transforman" en patentes, en piezas de maquinas y edificios que crean la naturaleza de una nueva sociedad.
"El árbol de la vida" es un poema visual, por eso tiene una estructura compleja. Los personajes pocas ocasiones hablan entre ellos, cuando hablan suelen hacerlo a un ente divino, a un dios, o a un aura... Cuentan sus miedos a algo que está fuera de su alcance. Malick graba cámara en mano, hace movimientos rápidos, rodea a los personajes y a la naturaleza. Crea la sensación de estar siendo observado por alguien o algo. En varias ocasiones la cámara se dirige al cielo, a lo divino. Una película sublime formalmente, una obra mayor, cuidada al milímetro, compleja. No hay lugar para la indiferencia.
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