lunes, 8 de diciembre de 2014

'Metrópolis' (1927)

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El mediador entre las manos y la cabeza... 

 El cine mudo abarcó todo tipo de historias y muchas de ellas resultaron ser muy ambiciosas, llegando incluso a dejar cerca de la ruina a las productoras que osaban a invertir en dichas películas. El cine mudo mostraba relatos bíblicos, melodramas románticos, historias de sombras y terror u otras más tiernas y amables. También había acción, o podrían limitarse a la sucesión de divertidos gags o trucos de "magia", sacándole el máximo provecho al montaje cinematográfico. Hay películas de los comienzos del cine que todavía son capaces de ganarse al espectador actual. En realidad su oferta no difiere mucho de la oferta cinematográfica actual (en lo que a género se refiere), pero ellos fueron los pioneros y referentes de lo que vendría más tarde.

Si hablamos de ciencia-ficción, 'Metrópolis' de Fritz Lang es uno de los referentes del género. Una película con una producción espectacular en la que predominaban los efectos y decorados artesanos. Tras varias restauraciones, hoy podemos disfrutar de la versión más fiel a aquella que Lang ideó y dirigió en 1927. Han pasado casi 90 años desde su estreno, y pese a que su historia resulte predecible y algo ingenua; su montaje y el poder de su imaginario sigue resultando visualmente espectacular.



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En 'Metrópolis', como en otras obras del cine mudo, disfrutamos de enormes escenarios y maquetas; y de la presencia de miles de extras. Producida por la U.F.A. antes de que se centrase en producciones propagandísticas, la película supuso un gasto excesivo para el estudio alemán, y además resulto ser un gran fracaso de taquilla.

La sociedad que muestra 'Metrópolis' está dividida en dos clases: los ricos de "arriba" por un lado; y los pobres y trabajadores "de abajo" por otro. Los ricos tienen el poder y viven de fiesta en fiesta, sin preocupación alguna. Muchos de ellos ignoran que hay algo más fuera de las paredes de su idílico y lujoso paraíso. Los pobres y trabajadores obreros, en cambio, viven condenados. Sus condiciones laborales son horrorosas, están esclavizados. Los trabajadores son los encargados de poner en marcha Metrópolis. Sin su esfuerzo, la ciudad no tendría vida.

Dos clases diferenciadas, la cabeza pensadora y la mano obrera. Una de ellas acomodada, la otra explotada. La mano que trabaja durante 10 horas diarias sin descanso, frente a la cabeza que solo piensa en cómo castigar la deslealtad de sus inferiores.

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Entre esas dos clases se encuentra Freder el hijo del Amo de Metrópolis (hombre que controla el buen funcionamiento de la ciudad). Un día, Freder se enamora a primera vista de María, una mujer humilde. María es una chica que intenta poner algo de calma ante la mala situación y malestar de los obreros. Su objetivo es que el corazón medie entre la cabeza (los poderosos) y las manos (los obreros). Freder observa las malas condiciones de los trabajadores y ve los primeros pasos de una rebelión.

"El  mediador entre las manos y la cabeza es el corazón"

Esa frase resume el mensaje que quiere lanzar la película, una frase que se repite durante la película. Freder es el primero que logra empatizar o ponerse en el lugar del otro, por lo que decide ser uno de ellos por un día.

Para hacer frente a la inestable situación, crearán a un robot crearán a una María malvada y completamente opuesta a la chica de la que se enamora Freder. La "robótica" María representa entre otras cosas a la mentira y a la lujuria. Y es que esa máquina con cuerpo de mujer llama a la violencia y a la rebelión para que así, el Amo de Metrópolis pueda tomar drásticas medidas contra los trabajadores.

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La malvada María engatusa rápidamente a los trabajadores con su palabrería, y casi enajenados sentencian su presente y su futuro. Destruyendo sus hogares y poniendo en peligro, de forma inconsciente, la vida de sus hijos e hijas. El Amo de Metrópolis también pierde el control ante la situación en su intento de recuperar el control de su ciudad. Un dura lucha en la que tanto los de arriba como los de abajo comparten un elemento: el miedo a perder a un hijo, el miedo a perder el corazón. Un temor que hace que se vean como iguales.



Fritz Lang fue uno de los europeos que logró desarrollar su carrera en Hollywood tras huir del nazismo. Como ya lo mostró en otras de sus películas, Lang veía al mundo y a la sociedad de una manera algo oscura y violenta. Por ejemplo, tanto en 'Metrópolis' como en el drama social 'Furia' vemos a unos ciudadanos cabreados y linchamientos. Tea Von Harbour fue la guionista de varias de las obras más reconocidas del director (y también su esposa); y fue quién apostó por el happy end de 'Metrópolis'. Al parecer la intención de Lang era rodar un final más oscuro.

En 'Metrópolis' hay explosiones, destrucción de enormes decorados, inundaciones... También tiene su pasaje "bíblico" relacionado con la Torre de Babel. Hay represión y revolución, pero también hay drama familiar y melodrama romántico. Su final "feliz" puede que sea lo que peor ha envejecido de la película.

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Grandes decorados y maquetas; una cinta artesanal llena de extras y exageradas interpretaciones (típicas del género). Tiene un buen ritmo y logra crear bastante tensión gracias a un destacable montaje. El clímax de la película es brillante, los delirios son mostrados de forma ingeniosa. Fritz Lang saca jugo a todos los recursos posibles y le da un uso magnífico al lenguaje cinematográfico: planos picados, travellings rápidos con efecto dramático, y también el uso del plano subjetivo en más de una ocasión.



'Metrópolis' muestra un mundo ideado por el hombre en el que por una parte hay maestros, científicos y arquitectos (creadores en general); y por otra están los sufridos proletarios. Diferencias de clase, dramas familiares y romance de por medio. Todo ambientando en un espectacular universo de ciencia-ficción. Una historia que quizás no ha envejecido del todo bien, pero que visualmente sigue resultando interesante y espectacular.

Un clásico del cine mudo.


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